Asitunas de Dos Hermanas (Cancionero del campo, Postguerra)

viernes, 25 de agosto de 2023


Recordemos el oficio de pregonero vendedor de verduras y aceitunas y otras viandas, Por la España de aquellos años de la postguerra, era muy habitual ver a este tipo de hombres buscándose la vida vendiendo casa por casa, acompañado por el borriquillo como ayudante de carga, que transportaba en sus serones toda clase de mercadería. En la fotografía, podemos contemplar al vendedor de hortalizas y aceitunas vestido con la indumentaria clásica campera, vendedor posiblemente llegado de las huertas y olivares de Sevilla, Dos Hermanas, Los Palacios, Los Alcores, El Aljarafe.

Era cuando vendían los caracoles y cómo los serones eran a manera de un frondoso bosquecillo de hinojos repletos de este exquisito manjar tan apreciado por los sevillanos. El pregón se dejaba sentir por toda la calle: ¡Caracoleeeeeeeeeeeeeeeeees de la Isla! Otras veces, estos borriquillos venían cargados de sandías y melones palaciegos, los mejores de todos los pueblos de alrededor, y el hombre, con voz recia, también dejaba su pregonar: meloo¡Asandías y melones a calá, dulceeeees meloooooones! En otras ocasiones, el jumento estaba cargado con orzas de aceitunas de varios tipos... Recuerdo que allá por 1972, pasaba con frecuencia por nuestras calles un pregonero de aceitunas que cantaba mejor que Pepe Marchena, qué dulzura en su voz, quizás recordando el antiguo pregoncillo, cantado por tanguillos, que recogió Bonifacio Gil en su "Cancionero del campo":


Una niña en er barcón

me preguntó esta mañana

si por fortuna traía

asitunas sevillanas.

Al punto le contesté:

Yo vengo de Dos Hermanas

sólo por traer a usté

asitunas sevillanas,

manjá de pobres y ricos,

de españoles y extranjeros,

con mucho orgullo lo digo:

Aquí está el asituneeeeero.

Por aquello de que la vida sigue y la modernidad, los grandes supermercados de barrio, ya desaparecieron estos entrañables hombres de nuestras calles y se ha quedado mudo el hermoso pregonar de sus mercaderías. Junto a ellos, también se perdieron los pregoneros que compraban ropa vieja, lana, chatarras, botellas y papel. Eran otros tiempos, ni mejores ni peores que los actuales, solo distintos. Hace muchos años, y cuando ya se estaba echando en falta su presencia, se dejó el testimonio de ellos en un soneto sin otra pretensión literaria que el fijarlos para siempre.

Se acabaron las voces aflautadas

que cantaban por plazas y callejas

el cambio, compro y vendo de las viejas

mercancías pulidas y gastadas.

Las aceitunas, verdes y aliñadas,

no son tan ricas ya ni tan añejas

como, desmadejando sus madejas,

las ofrecía un hombre pregonadas.

La lana, las chatarras, las botellas,

el papel viejo y todas aquellas

cosas que ya le sobran a estos valles,

antes tenían su voz que las cantaba

y en rito de pregones salmodiaba.

¡Qué tristes sin pregones estas calles!

Me contaron que mi padre Juan Jiménez ("Pocarropa"), salía a los pinares eucaliptos y olivares de Montequinto a hacer Cisco, se llevaba varios días ya que su medio de transporte era su bicicleta, cuando volvía no se le veía, venía la bicicleta cargada hasta tal punto que solo se visionaba la imagen de un montón de sacos de cisco avanzando por las calles, los vendía entre los vecinos, de eso iban comiendo, luego a repetir.(Carlos Jiménez)

Fuente: https://sevillamisteriosyleyendas.com/el-hortelano/