1954, La Nevada que Pintó de Blanco El Tomillar y Dos Hermanas
martes, 14 de enero de 2025Podcast con la lectura de esta publicación
Nunca pasa, pero puede pasar y pasó, Los primeros veinte días de enero han sido muy fríos, con fuertes heladas y temperaturas extremas muy bajas. Le han seguido varios días de lluvia que han suavizado las temperaturas y el campo se ha recuperado un poco; pero el día treinta del corriente han vuelto las heladas, aún más intensas, alcanzando cinco grados bajo cero.
Si hombre ¿No te has enterado? ¡Está nevando!
Fue una noche insólita, única, increíble, inolvidable, extraña, mágica…….
El camión del reparto amaneció con dos cuartas de nieve, los sifones y las gaseosas se habían helados, algunas botellas estaban reventadas en las cajas.
Pepita, al cielo se le está poniendo panza de burra. La hermana Máxima tiene por costumbre darse una vuelta por la huerta y la granja de cerdos antes de que oscurezca, asegurarse de que todo está en orden.
Venga ya hermana, esas cosas no pasan aquí, aquí nunca nieva.
Cuentan que el martes por la tarde se formó una nube continua muy negra que lo cubría todo, y que la lluvia con ventisca se fue transformando en copos de nieve que se desprendían del cielo, y que siguió sin interrupción hasta las nueve de la mañana del día siguiente.
Los partes meteorológicos informaron del avance de la ola de frío siberiano. Sin embargo, nadie supuso que la noche iba a ser histórica en el calendario “el año de la nevada”.
Durante todo el día la temperatura ha permaneció oscilante, pero siempre bajo cero.
Vicente el Calderero, desde la cubierta del edificio, no acierta a discernir si es ensueño o realidad lo que ven sus ojos, flipa en colores, el panorama es alucinante.
Las enfermas del Tomillar interrumpen la cena, salen corriendo apresuradas, nadie se quiere perder el inusitado evento. El fenómeno meteorológico se recibe con júbilo y con ojos atónitos, todas las zagalas están asombradas ante un hecho tan raro por estos lugares.
Ver nevar era como un lenguaje sin palabras que por arte de birlibirloque rompía con la rutina y transformaba el decorado de siempre en otro más propio de una estampa de Navidad.
Dicen que el miércoles despertó con un manto blanco azahar que lo cubría todo y que al mirarlo quemaba los ojos.
Los olivos del sanatorio no se veían, se intuían por el abultamiento que formaban en medio del intenso manto de nieve. En la azotea del centro antituberculoso se formó una llanura blanca y mullida, de unos cuarenta centímetros de espesor, que daban ganas de zambullirse en aquel merengue helado.
Una de las religiosas, con tres empleadas más, han hecho un muñeco de nieve, le han puesto una bufanda y un sombrero de palma. Los ojos son dos aceitunas gordales.
Los árboles de los jardines han amanecido maltrechos, algunos han sucumbido. Sus troncos muestran las heridas mortales de la batalla. Las ramas desgarradas se hacen desagradable a las miradas.
Con el ramaje inclinado hacia el suelo y gesto de derrota, el gigantesco eucalipto de la portada aparenta estar abatido. Sin embargo, a pesar de la ventisca y del peso de la nieve acumulada sobre su copa, resiste heroicamente sin romperse.
A don Emilio Regli, director del establecimiento, todo este increíble escenario les ocasiona entusiasmo y preocupación a partes iguales. Hay que aliviar de peso las techumbres con riesgo de desplome antes de que ocurra una desgracia.
El tendido eléctrico de los alrededores ha quedado muy dañado. Ya se sabe que un hombre de un pueblo contiguo ha fallecido electrocutado, ha pisado un cable de alta tensión.
Tanto en El Tomillar como en Dos Hermanas el día se torna festivo y se hace lo sucinto. Los almacenes de aceitunas no han abierto sus puertas y las escuelas tampoco. La chavalería se echa a la calle a disfrutar de la nieve. En los hogares, el consumo de café y coñac se triplica al calorcito de los braseros.
Fotos Navas ha agotado toda la existencia de carretes en poco tiempo. Manuel Rivas “Margarito”, muy temprano se echa su máquina al hombro y, siguiendo con su moto la estela de un Land Rover cargado de pan, se presenta en el Tomillar.
Las imágenes que publico perpetúan los hechos y los pone en conocimiento de generaciones presentes y futuras.
Del acontecimiento atmosférico acaecido no había ni hay constancia concreta de que un suceso de tal magnitud hubiera ocurrido con anterioridad en el pasado.
Al parecer se dio el contexto perfecto, un frente de frio siberiano chocó con una borrasca del Atlántico. Nunca pasa, pero puede pasar y pasó.
Autor: Antonio Redaño Ponce. Fotos Manuel Rivas ("Margarito")