1995, Calle El Pinar

miércoles, 4 de diciembre de 2024

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Vista de la calle Manuel de Falla, al fondo aparece la casa de D. Manuel Andrés Traver con su mirador, la casa de D. Manuel Ocaña y la casa de los coches. Fotografía: Mª José Cardona Peraza

Aprovechando la ocasión que estas líneas me brindan, me gustaría hacer un breve recorrido por la historia de la calle Manuel de Falla, Castelar o el Pinar como la conocen los más antiguos del lugar.

Es una de las más antiguas del pueblo, en el siglo XVII tenemos constancia ya de su existencia. Por aquel entonces, Dos Hermanas era una villa de realengo y según el Padrón de 1631 realizado con motivo de la venta de la villa al Duque de Alcalá de los Gazules, tenía una población de 1.839 habitantes y la población se repartía entre las siguientes calles: REAL, EL CANÓNIGO, BARTOLOME RIVAS, JUAN ROMERO, EL PINAR, FRANCESA, RIVAS, CERRO, ATAHONA, ALCOBA y BARRIO NUEVO1.

La principal de todas era la calle Real, arteria de la villa, eran calles amplias y distantes con grandes espacios abiertos entre ellas debido fundamentalmente a las haciendas y bodegas que había dentro de su núcleo. Recordemos que en Dos Hermanas se puede hablar de un cinturón de haciendas que estarían en su centro y otro cinturón periférico que lo rodearía, desgraciadamente estas haciendas interiores han desaparecido en su totalidad quedando sólo las exteriores. 

En el siglo XVIII, encontramos otra alusión a la calle El Pinar. Con ocasión de una plaga de langostas se reúne el Cabildo el día 1 de abril de 1709 para intentar acabar con dicha plaga, en él se decide que los vecinos deben pagar en reales según sus posibilidades. Se hace un censo de las calles y las profesiones de sus vecinos. Por este documento sabemos que en la calle El Pinar había catorce vecinos pecheros o jornaleros y un clérigo2.

Para centrarnos un poco diremos que la calle se encontraba flanqueada a un lado por la hacienda las Botijas y por el otro por la carretera que iba a Cádiz, a escasos metros de la Hacienda de la mina Grande (actual plaza de la Mina), la calle terminaba en el “Paraero de los carros” junto a la carretera. 

A lo largo del tiempo y debido a las variaciones del nomenclator cambió su nombre y recibió el de Castelar. El 29 de diciembre de 1967, se cambiaron el nombre de nueve calles nazarenas, entre ellas, la calle Castelar pasó a llamarse Manuel de Falla, nombre que sigue teniendo en la actualidad3 (1995). 

Siguiendo con su descripción podemos decir que es una calle antigua, rancia y muy particular, son muchas las personas que han nacido y crecido en ella, son muchos los edificios que todavía se conservan con un importante valor artístico. En este capítulo tenemos que lamentar la pérdida de una cruz de hierro forjado situada en un nicho en la pared, la cual servía para celebrar junto a ella las famosas cruces de mayo.

De entre los edificios destacamos:

CASA DE DON MANUEL ANDRES TRAVER, actual Peña Sevillista, hace esquina con la calle Romera. Era una residencia señorial típica del siglo XIX. Se caracteriza por su fachada llena de ventanas con arcos apuntados y azulejos que nos recuerdan la época árabe. La fachada tiene tres cuerpos con distintos remates y una cerámica donde se presenta un Crucificado. Todo el edificio queda rematado con un hermoso mirador de sección rectangular con arcos unidos de dos en dos por un lado y arcos individuales por otro. Es de estilo neobarroco. 

En esta casa vivió D. Manuel, médico y alcalde de nuestra ciudad en dos ocasiones, la primera antes de la República desde el 13 de enero de 1927 hasta el 26 de febrero de 1930, y la segunda vez, fue el primer alcalde tras la Guerra Civil, del 21 de julio de 1936 hasta el 12 de mayo de 1938. 

Otras casas importantes son: 

La de D. FERNANDO RIVAS situada junto a LA CASA DE LOS COCHES,en tiempos fue propiedad de un médico, José María Martín. Posteriormente fue ocupada por un señor llamado Rodrigo, de la familia de los Furnot, la casa disponía de una amplía huerta de naranjos que daba a la carretera. Otro de sus dueños fue Fernando Rivas, el cual cambió la huerta por un almacén de aceitunas, luego la arrendó a la compañía de Seguros Santa Lucía. Hoy es propiedad de D. Francisco Díaz. Destaca por sus amplios ventanales, los hierros de sus rejas y el portón que da acceso al interior de la casa, también tiene un bonito patio interior. Su fachada es encalada y consta de tres cuerpos.

CASA DE D. MANUEL OCAÑA. Se la conoce con este nombre aunque anteriormente a él, fue propietario un médico pediatra llamado Carlos Camacho, el cual tenía su consulta en ella. Hoy es propiedad de Dª Mª Virtudes Sánchez Ocaña y está arrendada al Sr. D. José Rubio. No ha sufrido transformaciones ni en el interior ni en su exterior. Su fachada es de tres cuerpos con ladrillos rojos y posee entrada de carruajes.

CASA DE VIRTUDES Y MARTA RIVAS, más conocidas como María y Virtudes de Maestre. Fue construida por D. Rafael López Gil. La fachada consta de tres cuerpos y está decorada con ladrillos rojos y cal. Tenía una entrada de carruajes por la calle El Ejido.

Junto a estos edificios particulares existían cinco casas de vecinos:

LA CASA DE LOS COCHES, en la actualidad sólo se conserva su fachada. Su propietario fue D. Arístides Rogada, luego la heredó su hija y su marido: D. Manuel González. La propietaria actual es la nieta del señor Arístides. Contaba con un patio central alrededor del cual giraban las viviendas y al fondo un corral. Tenía dos plantas y los servicios y el lavadero eran de uso común para todo el vecindario. En ella vivían 23 familias, 15 en la planta baja y 8 en el piso superior. Era muy conocida por las cruces de Mayo y por lo adornada que la ponían durante el Corpus.

LA CASA DE BLANQUITO en el número 27, hoy día sigue siendo casa de vecinos. Vivían unos 10 o 12 vecinos.

LA CASA DE MONDAZA, en el número 21, su propietario era D. Florindo Isaías Mondaza de Pedro, desaparecida.

Casa de la “SORDA”, desaparecida, en ella vivían sólo tres familias.

A estas podemos añadir otra casa de vecinos que estaba situada al final de la calle cerca del Paraero de los Carros, tenían también una entrada por la calle El Ejido. No era muy grande, en ella vivían unas tres o cuatro familias.

Otro edificio que formó parte de esta calle fue La Casa del Pueblo que se encontraba en el edificio actual de Telefónica.

En cuanto a las actividades comerciales desarrolladas destacan:

- La Taberna del Loreto, hoy desaparecida hacía esquina con la calle Antonia

Díaz y propiedad de Pepito “el Loreto”.

- Una zapatería.

- Un taller de bicicletas, la de Paco.

- Una panadería con horno propio (la del Chache, abuelo del conocido practicante D. José Núñez), el último propietario fue D. Juan Gamarro, cerró sus puertas en la década de los ochenta.

- Un taller de bordadoras a máquina regentado por la señora Herminia Cotán, tuvo distintos emplazamientos aunque siempre dentro de la calle: primero estuvo frente a la taberna del Loreto, luego en la Casa de “La Sorda” y por último en el número 65.

- Carpintería de D. José Gutiérrez.

- Tienda de Adela, dedicada a la losa y al Cristal, ubicada en el nº 59, actualmente el 61.

- Tienda de Angeles Sánchez, hija de la anterior, en el nº 63, ha estado 43 años abierta y cerró sus puertas el año pasado.

- Un taller de costura a cargo de las hermanas María y Josefa Monge.

- Un taller de tonelería propiedad de D. Rafael Velasco.

- Depósito de Abonos de D. Felipe Salcedo Cabeza de Vaca, jefe de la Policía Municipal, en su lugar se abrió un taller de mecánica propiedad de D. Miguel Soto que sigue abierto (en 1995).

- Taller de toneleros de D. Manuel y José Román, en el nº 43.

- Estanco de D. José Sánchez “el cartero” en la esquina con la calle Romera,luego fue peluquería.

- Una fonda situada en el nº 59, regentada por Cándida, madre de Dolores “la del quirri”. Acudían sobre todo viajantes y tenían dos huéspedes fijos, Andrés “el ciego” y Juan “el lotero”.

- En el nº 67 una academia de baile de María “la bolera”. Y también una fábrica donde hacían juguetes “chismitos” para los niños, el encargado era el maestro José, su mujer era conocida como Rosario “la de los chismitos”.

- En el nº 51 la taberna de D. Manuel “el ratón”.

- Taberna de Dolores “la paquina”, vendía vino y aceitunas aliñadas frente a la Casa del Pueblo.

Otro apartado importante, quizás el más importante, es el de sus vecinos, son muchas las personas que se identifican con la calle. En tantos años de historia se han producido muchos acontecimientos, han nacido y crecido muchas generaciones, pero me gustaría destacar a un personaje muy particular, se trata de D. Andrés Hernández, más conocido como Andrés “el ciego”, este canario por su origen y nazareno de adopción, era hombre muy particular que llegó a Dos Hermanas para trabajar como cocinero en el desaparecido BAR JUANITO ubicado en la Plaza de la Constitución (los Jardines). Tras un accidente perdió la vista y se dedica a vender cupones en la ONCE por nuestras calles con la sola ayuda de su bastón. Se le conocía en todo el pueblo por saber los entierros del día y donde se celebraba la ceremonia religiosa, él asistía a todos y daba el pésame a los familiares. Vivía en la casa de los coches y una vecina de la calle era la encargada de cuidarlo, primero fue Dolores la “del Quirri” y luego La “Aguilita”. A su muerte se le dedicó una calle como homenaje póstumo.

Nombrar a todas las personas que han pasado por aquí sería interminable y siempre podía caer en el error de olvidar alguna, lo que sí puedo decir e incluso afirmar es que todos sus vecinos antiguos y modernos tienen una característica en común, se sienten orgullosos de vivir en ella, las casas pasan de padres a hijos, casi siempre están habitadas por las mismas familias e incluso aquel que se marcha siempre tiene la idea de volver a ser vecino.

Como he dicho anteriormente es una calle muy tradicional que gusta de sus tradiciones y su folclore, manteniéndolos vivos. Cuando llega el verano son muchos los vecinos que al caer la tarde buscando un poco de aire fresco, se sientan en las puertas formando grupos en los que se busca la amistad, la charla y el poder desahogar los problemas diarios. En estas tertulias participan gente de todas las edades, no sólo los mayores sino que los más jóvenes también se animan. Cuando se aproxima septiembre en las tertulias sucede algo, se empieza a trabajar, ya no es sólo importante la charla sino que comienza una actividad más notable, el hacer las flores para las carretas de la Romería de Valme.

En Semana Santa todos esperamos en nuestras puertas el paso de las Cofradías, en esos días los antiguos vecinos vienen a su calle a ver “los pasos”. Con el Corpus, se adornan los balcones con bellas colgaduras, las mejores macetas se sacan para recibir la visita del Santísimo, de su Sagrada Majestad.

Para terminar sólo me queda añadir que LA CALLE DEL PINAR es algo especial, en ella se respira paz, convivencia, tolerancia y solidaridad, que más que vecinos somos amigos.

Mi agradecimiento a todas aquellas personas que han hecho posible este artículo sobre todo a Dª Ángeles Sánchez Peraza, Dª Ana y Dª Josefa Peraza Rivas y a D. Manuel Cardona García.

NOTAS

1. López Gutiérrez, A. y Sánchez Núñez, P.: La villa de Dos Hermanas del siglo XVII. Dos Hermanas, 1991 . Editado por el Excmo. Ayuntamiento.

2. Vid. A.M.D.H., Sección de Gobierno, Libro de Actas Capitulares. Libro 4.Años 1707-1712. Libro 1.709, folios 23-24.

Fuente: Artículo y fotos autora María José Cardona Peraza (E.P.D). Publicado previamente en la Revista Cultural de Feria de Dos Hermanas de 1995