DOS-HERMANAS, ¿UNA VILLA TRANQUILA E IDÍLICA?
martes, 23 de mayo de 2023
«Hay un pueblo de cielo siempre azul y sonriente, cuya vida deslízase tranquila y sosegada; los perfumes de sus jardines siempre llenos de verdor hacen embriagador el ambiente; al caer de la tarde, y vistos a lo lejos, parecen sus hogares blancas palomas que levantan el vuelo en busca de sus nidos; los pajarillos trinan en sus enramadas y huertas saludando con sus gorjeos a la aurora cuando con rosáceos tintes colora los cielos...». Leyendo estas dulces líneas debidas a la excelente pluma del presbítero don Rafael Rodríguez García, hijo de este pueblo, da la impresión de que Dos-Hermanas, en el pasado, fue un remanso de paz, un población tranquila nadando en “la suave paz del campo”, expresión acuñada por “Fernán Caballero”, que también se encargaría de dar una imagen idílica (y casi aburrida) de nuestra entonces villa. Pero nada más lejos de la realidad.
Desde finales del siglo XV tenemos constancia de
innumerables sucesos que perturbaban la tranquilidad y la vida cotidiana de los
vecinos del lugar. Robos, asesinatos, trifulcas, discusiones subidas de tono,
estaban a la orden del día. De esos innumerables casos pondremos unos cuantos
ocurridos en el siglo XVI y en la propia localidad (a un lado dejaremos los
sucesos que ocurrían en los extensos campos que rodeaban al municipio, donde
tampoco reinaba la paz, precisamente). Todos ellos son una pequeña muestra de
la “Crónica Negra nazarena” que aún está sin escribir.
Comencemos por un suceso ocurrido en 1535. Entonces, Melchor
Díaz se querelló contra Catalina de Moya, esposa de Francisco Lorenzo, porque
«el día de San Sevastyán que agora pasó, la dicha Catalyna de Moya ynjuryó de
palabras a su muger deste querellante que los testigos declararán las palabras
que fueron». Y en enero de un año más tarde, Alonso Martín de la Mercadilla
manifestó ante las Justicias del lugar que «vn harriero que pasa por este
lugar, que non sabe su nonbre, el martes o miércoles desta semana que agora
pasó, estando a su puerta vna podenca (perro de caza) suya, el dicho harriero e
otros con él se la mataron en su puerta, estando echada con sus mulos», al
tiempo que pidió mandamiento para que el alguacil u otra persona competente
«tomen e enbarguen (a los arrieros) vna bestya de las que truxeren o vna prenda
que valga tres ducados que valýa la dicha podenca, hasta tanto que estén a
Justiçia con él».
Los perros, por cierto, también podían originar problemas y
daños. Es lo que ocurrió en ese año de 1536, Hernando de Deza acudió al alcalde
ordinario del lugar para querellarse contra Diego Gómez Duque, vecino del
lugar, porque un perro de este último le causó muchos daños, pues le mató
muchas gallinas. Antes de acudir a las Justicias, Deza le había pedido a Gómez
Duque que atase o matase al perro, lo cual no hizo. El alcalde mandó llamar al
querellado, y preguntado si algún perro suyo había entrado en casa de Deza a
matar o llevar alguna gallina, respondió que «non lo sabe más de quanto ha
visto otros podencos e perros de por ahí saltar por esas paredes en el corral
del dicho Fernando de Deza continuamente», de esta manera, eludía
responsabilidades. Juana de la Concha, mujer de Diego Gómez Duque, también
testificó y manifestó que el perro que Deza le requirió que matase o lo atase,
fue muerto por su marido. También dijo que «vna muger que posa en su casa desta
declarante falló en el trascorral de su casa desta declarante <ayá a
mediodía> vna pollita pequeña e otra más chiquita muertas degolladillas como
sy fueran de golladas de comadreja o de hurón, e que no sabe de dónde pueden
ser e la mostró ante el dicho alcalde vna pollita e el dicho alcalde dixo que
le parecía que no tenía dentellada de perro». Acto seguido, el alcalde
ordinario dio por finalizada la querella, al verse que los causantes de las
muertes de las gallinas fueron unos hurones y no el perro.
Asimismo, los mesones y tabernas solían ser lugares
habituales de altercados. Por ejemplo, en 1531, Juana Vélez, hija de una
mesonera, declaró que estando en un mesón (no se dice cuál) «plegando vna
camysa, que vyno su madre de fuera, y que estando ryñiendo con ella, que vn
gallego aserrador que está aquí en este lugar, que tomó vn garrote y le dio de
palos a la dicha su madre, e que dyó con ella atordyda en el suelo e que luego
el dicho gallego como le dio echó a fuyr e metióse en la yglesya». Uno de los
testigos de los hechos, Hernando de Deza declararía que «el dicho gallego salió
de mandado de la casa de la dicha ofendida huyendo, e se metió en la yglesya, e
que este testigo fue corriendo allá y la halló tendida syn habla e que oyó
decir que el dicho gallego le avýa dado con vn palo».
En la
imagen, grabado
que presenta a un alguacil español del siglo XVI, encargado, entre otras cosas,
de mantener el orden público en aquellas fechas.
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El autor de este contenido es Jesús Barbero Rodríguez a quien agradecemos su trabajo publicado en la página de facebook: "Dos Hermanas, Crónica de un pueblo"