Calle Cervantes, su historia
lunes, 11 de diciembre de 2023Sin embargo, probablemente no se le impuso efectivamente el nombre, ya que en pleno de 1 de septiembre de 1928 se le impone el nombre actual de «CERVANTES» (folio 11 vto.). Se la cita ya con su nombre actual en el callejero de 1931 a efectos del arbitrio municipal de plusvalía. Resulta llamativo que el «Príncipe de los Ingenios» tenga dedicada una de las calles más pequeñas y anodinas de Dos Hermanas, aunque céntrica: el caso se repite con Quevedo, que tiene igualmente dedicado un callejón de poca monta. Precisamente en pleno de 13 de mayo de 2005, cumpliéndose ese año el IV Centenario de la publicación del Quijote, se imponen nombres de sus personajes a dieciséis calles de la actuación urbanística denominada «AO-34 Venta Bermeja I.
En la casa que hace esquina con la calle Canónigo existe un interesante azulejo,repuesto en el lugar tras demolerse la casa donde estaba, con la imagen de San José y con unas dimensiones de 40 x 30 cm aproximadamente, en el que figura la inscripción «Año 1813». V. CANÓNIGO.
Jesús Barbero reseña que su nombre «se debió a la iniciativa del alcalde liberal Juan Antonio Carazo Gómez, quien vio necesario abrir una vía que comunicara la señorial calle del Canónigo (por aquellas fechas llamada Reina Victoria, en honor a la esposa del rey Alfonso XIII) con Melliza (entonces Cánovas del Castillo), muy concurridas en esa época por carros y peatones. Pocos días después de acceder a la alcaldía nazarena por segunda vez, el alcalde Carazo comunicó a los capitulares en el cabildo de 30 de enero de 1918 que el consistorio por él presidido había comprado la casa número 26 de la calle Reina Victoria para construir en su solar una nueva calle. Manifestó, asimismo, que la había adquirido por 4.300 pesetas, «pagaderas en el corriente año dos mil trescientas y el resto será incluido en el próximo presupuesto a abonar dentro de todo el mes de febrero, habiendo encargado ya su devolución por cuenta del Ayuntamiento». Tal decisión contó con el beneplácito de los concejales liberales, no así de la minoría conservadora, que no veía con buenos ojos el proyecto, como era de esperar.
Aunque desconocemos la identidad del propietario de la casa, sabemos que en la fecha en que se produce la compra vivían en ella hasta cuatro familias, de lo cual deducimos que se trataba de una de las numerosas casas de vecinos repartidas por toda la población. Residían allí el jornalero Antonio Román Moreno con su mujer y seis hijos; Juan Gallardo García (del mismo oficio que el anterior) con su esposa y tres hijos; el panadero Alberto Brieba Vidal con su mujer y una hija; y, por último, la viuda Francisca Martín Alcocer con sus cinco hijos. Las obras de derribo y construcción de la nueva calle debieron hacerse con gran celeridad, pues para mediados del mes de febrero ya estaban más que finalizadas. En el ‘Diario borrador de gastos’ de 1918, conservado en el archivo municipal de nuestra ciudad, se anotaron los gastos del derribo de la casa y construcción de la nueva vía. En este sentido, el 28 de febrero se pagaron noventa y nueve pesetas al maestro alarife Antonio Díaz por retirar los escombros de la vivienda. Fue el mismo maestro el que llevó a cabo el derribo de la casa «con que se ha formado la calle de Santiago Alba», por lo que percibió 426,35 pesetas. Asimismo, 864,75 pesetas se destinaron al pago de los jornales de los obreros que trabajaron en la apertura de la calle. El 31 de marzo se dieron a Francisco Fernández siete pesetas por materiales facilitados para la construcción y adecentamiento de la nueva calle y Francisco Jurado, marmolista que residía junto al cementerio municipal, recibió sesenta pesetas por una lápida que realizó con el nombre de ‘Santiago Alba’. El último pago referente a la obra de la calle se dio el 10 de mayo. Entonces se entregaron 368 pesetas a Antonio Díaz por materiales invertidos en la obra.
A la hora de poner nombre a la nueva calle, no se produjo ninguna polémica, lo cual llama poderosamente la atención dados los numerosos ‘conflictos’ que se originaron en el consistorio nazareno en las primeras décadas del siglo XX, muchos de ellos por cosas insignificantes. En el cabildo de 15 de febrero de 1918, el concejal Pizarro manifestó que «ya que se habla de rotular calles él se permite proponer a la consideración del cabildo que la nueva vía que comunica la calle Cánovas del Castillo con la de Reina Victoria lleve el nombre de Juan Antonio Carazo. El alcalde agradece las manifestaciones del Señor Pizarro pero que // debido a muchísimas razones no puede de ninguna manera aceptar. Así que no quiere en vida agasajo alguno, que cuando falte si el pueblo cree que he sido merecedor que lo haga y que mis hijos se lo agradezcan. El Señor Muñoz aplaude las manifestaciones del Señor Alcalde y el Señor Bolaños hace idénticas manifestaciones. El Señor Alcalde propone se rotule con el nombre del célebre hombre público y gran hacendista Don Santiago Alba. El cabildo por unanimidad lo acuerda». Santiago Alba Bonifaz (1872-1949) era en esos momentos uno de los más destacados líderes del Partido Liberal, ministro en varias ocasiones bajo las presidencias de Canalejas, Maura, Conde de Romanones y García Prieto. Tanto Carazo como la mayoría de los concejales liberales del consistorio nazareno, fueron fervorosos partidarios del grupo encabezado por Alba (los llamados ‘albistas’) en aquel partido a nivel nacional, de ahí que se propusiera el nombre de este político para denominar esta calle recién construida.
De todas formas, poco tiempo conservaría este nombre, pues a finales de la dictadura de Primo de Rivera, en el cabildo de 1 de septiembre de 1928, se acordó, entre otras cosas, nombrarla calle Cervantes, en honor al más célebre de los escritores españoles, razón por la cual ha permanecido en el nomenclátor nazareno hasta nuestros días, ‘sobreviviendo’ a los distintos vaivenes de la política local y nacional.
Hasta 2010 se encontraba en esta calle un interesante azulejo de San Antonio de Padua, fechado en 1813. Con unas medidas aproximadas de cuarenta centímetros de alto por treinta de ancho, a punto estuvo de perderse. Desde la fecha de su ejecución estuvo en la fachada principal de la casa n.º 26 de la calle del Canónigo, justo la vivienda que iba a ser derribada para construir en su lugar la nueva vía. En el cabildo de 30 de enero de 1918, el alcalde Carazo llegó a manifestar «que todos sabrán que en la fachada de la referida finca existía un santo de mérito por su antigüedad» por lo que «las damas de la localidad han dirigido un escrito que suscriben y que da lectura el Señor Secretario en que solicitan se les entregue para colocarlo en otro lugar a su vista y poder restaurarlo». Encabezaba ese grupo de mujeres Eulalia Durán Rodríguez (muy devota de esa imagen), que vivía en el n.º 28 de Canónigo, junto a la casa que iba a derribarse. Los capitulares nazarenos accedieron a lo solicitado por las mujeres, «con la condición de que la imagen seguía perteneciendo al pueblo y que debe ser colocada en sitio público y visible». Tal condición fue cumplida escrupulosamente, pues se colocó en la fachada lateral de la vivienda de Eulalia Durán, que daba a la calle Cervantes. Pero en 2010 se retiró de aquel lugar (la casa iba a ser demolida) y desde entonces lo podemos apreciar en el patio de la capilla de Santa Ana.
Cuando Juan Antonio Carazo Gómez (1883-1936) se hizo cargo de la alcaldía nazarena en 1916, hizo suyo el ideario y proyecto de su padre, el también alcalde liberal, Federico Caro Lázaro, que consistía, en pocas palabras, en modernizar e higienizar el urbanismo del municipio, claramente anticuado, para «hacer de este pueblo abandonado por los Ayuntamientos anteriores una población a la moderna que pudiese competir en higiene, en establecimientos públicos y en toda clase de elementos con el primero de la provincia», como llegó a manifestar el propio Carazo en 1919. Por eso, en las dos etapas en que fue alcalde (1916-1917 y 1918-1920), entre otras cosas, reformó y modernizó el paseo de Federico Caro y se arreglaron numerosas calles de la población (como Purísima Concepción y Nuestra Señora de Valme, por poner unos ejemplos). Este afán por realizar numerosas obras públicas para mejorar la fisionomía de la localidad fue muy criticado en su momento por los concejales conservadores, quienes afirmaban que no había dinero en las arcas municipales para realizarlas».
Fuente: Las calles de Dos Hermanas y su historia, Pedro Sánchez Núñez