1963, El maestro Don Felipe Rey en el colegio del Cementerio Viejo.
viernes, 2 de agosto de 2024Su impenitente indumentaria externa consistía en un impermeable a cuadros y un sombrero tirolés, ambos de color verde acompañados de unas botas de agua. Esa uniformidad, contaba, se debía a la experiencia de uno de sus primeros días de clase en Dos Hermanas. Durante su camino al colegio, había recibido los efectos de un gran chaparrón, y haciendo caso al refrán de hasta el 40 de mayo no te quites el sayo, seguía imperturbable con su impermeable y sus botas de agua hasta que finalizaba el curso. Los alumnos que vivíamos en las Casas Baratas y que íbamos y veníamos juntos, intimamos con él porque al residir en los pisos del Quintillo, lo acompañábamos, sobre todo a nuestro regreso, disfrutando de su cordialidad y amenas conversaciones. Además, también gozamos de sus clases de permanencia (clases adicionales de 5 a 6 de la tarde para recuperación). Digo disfrutábamos porque nosotros (Pepe Armenteros y yo) que ya casi terminábamos la vida escolar en primaria con nuestro amado maestro D. Enrique Díaz Ferreras no la necesitábamos, pero sus explicaciones matemáticas en el reverso de los paquetes de tabaco Ideales blancos, y su excelente letra, nos hacían darnos cuenta de su especial preparación, además de algo que no se daba mucho en la escuela de esos años como la enseñanza personalizada, pues era más frecuente verlo ayudando a uno o dos alumnos en sus quehaceres, que realizando alguna explicación en la pizarra para todo un aula con diferentes niveles de formación.
Gracias a sus demostraciones matemáticas en los sempiternos reversos de esos paquetes de tabaco conseguimos afianzar nuestros conocimientos, pero ello no impidió que a los pocos años de esto que relato, falleciera de cáncer de pulmón víctima de esos Ideales blancos cuyo envoltorio sirvió de tanto.
Autor: Manuel Espada Martín