Calle Botica

domingo, 7 de enero de 2024


Calle Botica, por aquel entonces la calle se llamaba Héroes de Toledo

Sucesivamente denominada Botica, Amor de Dios, Rodríguez de la Borbolla, Martínez Barrios, Alejandro Lerroux, Marqués del Duero, Héroes de Toledo, Botica.

En el catastro de Ensenada (1760) figura con el nombre de «Calleja de la Botica» y solamente tiene dos casas, una de una planta con 10 varas de frente y 16 de fondo, y otra casa de dos plantas, de 8 por 46 varas «lindante con la calleja». En el Repartimiento de Contribuciones de 1830 figura la calle Botica con 27 contribuyentes y en el de 1836 con 41 contribuyentes, lo que denota su rápida urbanización y edificación. En un padrón parroquial de 1878 tiene ya 73 casas: el número 22 es una casa de vecinos, dado el gran número de personas que viven en ella.

Esta calle se llamó Botica, Marqués del Duero y Amor de Dios, según recoge el acuerdo de 6 de mayo de 1921 (f.38). En efecto, en 1890, el consistorio decide bautizarla con el nombre de Marqués del Duero, en honor del general Manuel Gutiérrez de la Concha (1808-1874), que recibió ese título nobiliario de manos de Isabel II en 1848. Pero la coalición conservadora-tradicionalista que gobernó el consistorio nazareno a fines del XIX decidió, en 1900, cambiar el nombre de esta calle y ponerle Amor de Dios. Volvió el cambio de denominación en 1906. El 8 de febrero de 1918 (f. 37 vto.) se acuerda quitar los árboles que en esta calle había: ¡lástima! Por acuerdo de 12 de enero de 1923 se ordena reparar el local municipal del número 2, donde está instalada la Escuela de Niños número 1 y la de párvulos. El 30 de noviembre, el nuevo consistorio resolvió imponerle el de Rodríguez de la Borbolla, en recuerdo del político sevillano Pedro Rodríguez de la Borbolla. El Ayuntamiento republicano le impone el nombre de Martínez Barrios por acuerdo de 6 de mayo de 1931, en honor del político sevillano Diego Martínez Barrios (1883-1962) republicano radical, fundador de Unión Republicana, Presidente interino de la República en 1936 y Presidente de la República Española en el exilio. En pleno de 7 de septiembre de 1904 (folio 100) se le había puesto el nombre de «Alejandro Lerroux» a la calle Leguina Vidal, pero no debió materializarse tal cambio, puesto que el 4 de noviembre de 1934 se impone nuevamente el nombre de Lerroux, politico Republicano Radical, a la hasta entonces calle «Martínez Barrios». 

Terminada la guerra, recibirá el nombre de «Héroes de Toledo», recordando el asedio del Alcázar de Toledo en la Guerra Civil por las tropas de la República y su defensa bajo el mando del General José Moscardó hasta la llegada de las tropas de Franco que, en una maniobra que los estrategas no comprenden, se desvió de Madrid, que estaba virtualmente entregada, para socorrer a su compañero de armas y protagonista de la famosa conversación telefónica con su hijo, a modo de la que se atribuye a Guzmán el Bueno con el suyo cuando los moros asediaban Tarifa: los dos pobres hijos terminaron igual de mal, lo que no fue obstáculo para que a sus padres se les haya considerado militares ejemplares y abnegados por su frialdad en la decisión que tan cara les costó a sus hijos.

El 15 de junio de 1942 (f. 17) se cede a Auxilio Social el edificio de propiedad municipal en la calle Héroes de Toledo núm. 2 para instalar una guardería infantil. En dicho edificio, que fue Escuela de párvulos, se hallaban instalados los Comedores de Auxilio Social. El 20 de diciembre de 1958 (f. 2) se compra la casa núm. 10 de esta calle a Don Manuel Barbero Castillo por 125.000 pesetas para ampliar el Hospital Municipal, Asilo y Maternidad, que se hallaban instalados también en el edificio, que daba también a la calle Santa María Magdalena y que finalmente fue enajenado, demolido y construidas viviendas.

Por acuerdo plenario de 26 de diciembre de 1979, el antiguo y popular nombre de Botica sustituye al de Héroes de Toledo.

Jesús Barbero apunta detalles sobre esta calle tan antigua indicando que «en los terrenos de un antiguo olivar, que habría resistido a la urbanización de la zona, se abrió, a mediados del siglo XVIII una nueva vía, de humildes trazas, tanto es así que se la consideró como una simple calleja o callejuela, la calle de la Botica. Uno de los primeros documentos donde aparece con esa denominación es la escritura de partición de los bienes de Luis de Rivas y Beatriz de Arquellada, otorgada el primer día de diciembre de 1760. Sabemos que en 1761, era boticario de la villa Andrés Rasgado. Es muy probable que su botica estuviera en esta calle y de ahí vendría el nombre de la vía. En cualquier caso, con esta denominación estaría hasta bien entrado el siglo XIX. Poco después de su nacimiento, fue recogida en el Catastro del marqués de la Ensenada (1760). En ese momento poseía tan sólo dos casas, una de dos plantas y otra de una sola. En 1805, continuaba teniendo la consideración de callejuela, pero el crecimiento demográfico que se dio a fines del XVIII había favorecido la proliferación de viviendas en esta vía. De esta manera, en el padrón de la Contribución de 1819 se contabilizan 21 casas, mientras que en el repartimiento de contribuciones de 1830 aparecen 27. El crecimiento poblacional de la vía continuó imparable y seis años más tarde, en 1836, ya existían 41. Por esas fechas no era una calle comercial, ni mucho menos. El único negocio que existía era la pequeña bodega de Vicente Díaz, donde se vendía vino al por menor.

Terminado el siglo XIX, esta calle empieza a tener cierta relevancia, aunque continuaba sin adoquinar. Prueba de esa relevancia que iba ganando es el establecimiento en el n.º 2 de esta vía, en 1878, de la sede de la escuela de párvulos (la primera que hubo en Dos-Hermanas), al frente de la cual, se puso a Ricardo Magariño García. Inaugurada la siguiente centuria, en 1903 llegó el alumbrado público eléctrico a nuestra villa, pero la calle, llamada entonces Amor de Dios, no se vio agraciada con esta gran mejora. Sin luz eléctrica y con un suelo intransitable la mayor parte del año, ese era el estado en que se encontraba esta céntrica calle. Ante tal situación, sus vecinos (en su gran mayoría, humildes jornaleros) decidieron tomar cartas en el asunto y, en 1910, elevaron una instancia al consistorio solicitando el reparo. El entonces alcalde, Federico Caro, por su parte, en la sesión de 23 de febrero, manifestaría la necesidad de arreglar ésta y otras muchas calles del municipio, entre ellas Amor de Dios, «conforme se vaya pudiendo». Lo cierto es que la única mejora que se hizo fue el plantar numerosos árboles a lo largo de la vía en los inicios del siglo XX, árboles que serían retirados en 1918 por decisión de los capitulares.

A lo largo de su dilatada historia, han residido en esta céntrica calle numerosos personajes destacados. Durante unos años tuvo aquí su domicilio el periodista y polifacético personaje Manuel Valera García, y en el núm. 4 tuvo su negocio y
vivienda a principios del siglo XX el relojero Teodoro Sánchez Burgos, el único relojero que en esas fechas existía en Dos Hermanas. El destacado médico Manuel Calvo Leal residió en el núm.10, y en el núm. 20 vivieron en los últimos años del siglo XIX el torero José Román Caro (1867-¿?) y su hermano mayor, el picador Juan Román Caro (1856-1888). Este último, ingresó en la cuadrilla del Espartero en 1884, teniendo fama en los años siguientes. Murió a las cinco de la tarde del 1º de diciembre de 1888 de resultas de una cornada que le infirió en la Isla Menor un novillo de la ganadería del marqués de Saltillo durante una tienta celebrada el 30 de noviembre de 1888. El animal, de nombre «Dudoso» y marcado con el número 24, después de tomar tres puyazos, arremetió contra el caballo que montaba Román Caro, encargado de la operación, dándole un derrote en el estribo derecho, dejando caer a nuestro biografiado. Ya en la arena, el novillo le causó una terrible cornada en la parte inferior derecha del vientre. Tan desgraciado accidente no lo pudieron evitar ni el citado marqués ni el conocedor de la ganadería. El toro que causó la muerte de Román Caro, se lidió en Madrid en 1890 por Mazzantini. 

En esos primeros años del pasado siglo hubo numerosos escándalos protagonizados por los vecinos de esta calle. Algunos de ellos nos han llegado a través de la correspondencia del juzgado municipal, como por ejemplo el ocurrido en la tarde del 26 de octubre de 1914, cuando un vecino «en estado de embriaguez» comenzó a proferir palabras insultantes contra «varias personas y particularmente al Señor Alcalde [en esa fecha era Francisco Hidalgo Oliva] y su madre [Concepción Oliva]».El vecino se encontraba «frente a la taberna de Manuel Alcoba», quien no dudó en manifestarle «que no le permitía frases de aquel modo delante de la puerta». Finalmente, fue detenido y llevado a la cárcel municipal. Pasado el tiempo, la calle fue adoquinada, cumpliéndose así un viejo anhelo de sus vecinos y residentes. Luego, en 1942 el consistorio cede un local situado en esta calle para instalar allí una guardería infantil, y años más tarde se compró la casa n.º 10 para ampliar la casa de socorro, cuya puerta principal daba a la calle Santa María Magdalena.

A partir de la década de 1970 se han ido haciéndose numerosas mejoras que han dado a la calle el aspecto que hoy en día vemos».
El edificio más emblemático de esta calle Botica es Villa Pepita. Antigua finca de recreo construida en los últimos años del siglo XIX, era de estilo neomudéjar (muy popular en aquellas fechas), y destacaban del conjunto sus hermosos y frondosos jardines, hoy desaparecidos. En sus inicios se llamó Villa Anita, como bien aparece en el plano de alineaciones de 1902 de Álvarez Benavides. Poco después trocó su denominación por Villa Pepita, sin que se sepa a ciencia cierta quién era esa Pepita. Hay quien dice que se trata de Josefa Gómez de Lesaca García (1861-1909), la esposa del que sería alcalde de la villa Federico Caro. Más tarde pasaría a manos de la familia Lissen, almacenistas de aceitunas y ricos propietarios. Actualmente, este edificio, una vez restaurado, es la sede de la Peña Bética. 

Fuente: Libro Calles de Dos Hermanas de Pedro Sánchez Núñez